La consultora Gartner prevé que para 2022 la mayoría de los ciudadanos de países de economías maduras consumirá más información falsa que verdadera. Con la llegada del coronavirus este lamentable pronóstico se ha hecho realidad antes de tiempo.
Una noticia falsa o fake news es un mensaje informativo deliberadamente falso, creado y difundido con el objetivo de engañar, y que en la actualidad se propaga rápidamente por medios digitales tras la consolidación de las redes sociales.
Fundeu recomienda el uso del vocablo "noticias falsas" o "falseadas" en lugar de "fake news".
Las noticias falsas han resurgido con fuerza en el medio digital, donde el contenido web es creído por el mero hecho de estar ahí, sea cual sea su fuente. Según las cifras del estudio anual de la plataforma de administración de redes sociales Hootsuite y We Are Social, de 2020, 29 millones de españoles utilizan diariamente las redes sociales y pasan casi seis horas al día en Internet. Hoy, cualquiera puede crear y compartir información en Internet: todos somos productores y consumidores de información al mismo tiempo.
Gran parte de la información falsa se difunde a través de redes sociales, simplemente retuiteando información sin verificar. En muchas ocasiones la difusión proviene de grupos que intentan influir en la opinión pública utilizando redes de bots y fábricas de trolls.
Las noticias falsas siempre han existido, lo que ahora ha cambiado es su alcance y repercusión: cualquiera puede difundir un bulo por las redes sociales y la repercusión es infinitamente mayor. Las redes sociales convierten una noticia en viral fácilmente, especialmente si alude a sentimientos y emociones, que resultan ser más convincentes que los argumentos más incontestables.
Las redes sociales reducen la tolerancia a visiones alternativas, amplifican la polarización de actitudes, aumentan la probabilidad de aceptar noticias ideológicamente compatibles y aumentan el cierre a nueva información. La aversión al "otro lado" o polarización afectiva también ha aumentado. La credibilidad del grupo de amigo o contactos reunidos en las redes sociales pesa más que el prestigio o posible sesgo de un autor.
La viralidad es la capacidad de propagación de algunos contenidos a través de internet de forma rápida. Las redes sociales permiten que una gran cantidad de contenidos lleguen a personas de todo el mundo de forma rápida.
Para que un contenido se convierta en viral es necesario producir contenidos que se puedan compartir fácilmente a través de las redes sociales, y que sean mensajes con los que el público se pueda identificar.
La viralidad es un fenómeno de Internet que tiene asociado un componente psicológico muy importante. En las redes sociales los individuos comparten contenidos que les provocan emociones, con los que se sienten identificados positivamente o hacia los que sienten una emoción desfavorable.
Un algoritmo es una serie de instrucciones sencillas que se llevan a cabo para solventar un problema, es un mecanismo ciego y sin voluntad. La regla de multiplicar que permite sacar el producto de dos números de varias cifras, con papel y lápiz, es un sencillo algoritmo.
Los algoritmos recogen operaciones tan sencillas que pueden ser realizadas con éxito por cualquiera. Incluso por las máquinas, por lo que con la llegada de los ordenadores tomaron mucho más protagonismo.
“En el big data los algoritmos analizan millones de datos de consumidores, hay algoritmos en los coches automáticos, o en redes sociales como Facebook o Twitter”, dice Ricardo Peña, profesor de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense. Están por todas partes, en Uber, en los Google Maps, los utilizamos cada día. Por ejemplo, las modificaciones en el algoritmo que decide qué se ve en tu muro de Facebook, conocido como EdgeRank, suelen causar grandes revuelos entre los usuarios.
“Los ordenadores pueden calcular mucho más rápido que un cerebro humano y desde la aparición de internet hay un salto y se están llegando a cosas que parecían imposibles”, dice Miguel Toro. Por ejemplo, en disciplinas en plena ebullición como el big data o la inteligencia artificial.
“Los algoritmos se usan para predecir resultados electorales, conocer nuestros gustos y el mundo del trabajo se va algoritmizando: las diferentes tareas se convierten en algoritmos y se automatiza el trabajo”, explica el catedrático.
Tal vez el algoritmo más famoso del mundo, después del de la multiplicación, sea el de Google, creado en 1998 y llamado PageRank. Su éxito revolucionario consistió en que rastreaba la web y daba resultados de búsqueda ordenados por su importancia. Desde entonces, el algoritmo ha ido evolucionando hasta tener en cuenta en sus resultados al usuario (no es lo mismo ser un adulto que un niño, o buscar en Madrid que en Silicon Valley), ofrecer mapas, imágenes, corregir la ortografía de la búsqueda o entender cuándo en la caja de búsqueda se escribe una pregunta.
Basado en: En realidad, ¿qué es exactamente un algoritmo? Sergio C. Fanjul
Para saber más: La verdad en las democracias algorítmicas. Daniel Innerarity y Carme Colomina
La difusión también proviene de grupos que intentan influir en la opinión pública utilizando redes de bots y fábricas de trolls. Los bots, programas de software desarrollados para recopilar datos de forma automática, muestran qué sitios se están utilizando, qué productos se están comprando, por quién y con qué frecuencia.
La recolección de estos datos se utiliza para convencer a los anunciantes de que coloquen sus anuncios en determinados sitios web. Los medios de comunicación, anunciantes y partidos políticos se dirigen a las cuentas de los usuarios de las redes sociales mediante algoritmos programados, usando bots que se programan para buscar y enviar información en Internet similar a la que un usuario de las redes sociales ha agradecido o compartido.
En el contexto de las noticias falsas han irrumpido los bots, perfiles falsos principales propagadores de información falsa en Twitter. Se cree que entre el 9 y el 15% de las cuentas activas de Twitter son robots. Los bots sociales y políticos se diseñan para manipular a las poblaciones hacia una forma de pensar, desinformar y hacer propaganda sobre determinadas personas o asuntos. El poder de estos robots se ha evidenciado en campañas electorales, como la de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016 o el referéndum del Brexit, en el debate sobre las vacunas, en la difusión de falsos rumores sobre ataques terroristas, en la manipulación de mercados financieros, y recientemente en la crisis del coronavirus. Coordinados son capaces de hacer mucho ruido y relegar a un segundo plano otras noticias.
Según la consultora Gartner, para 2021 más de la mitad de las empresas gastarán más dinero cada año en crear bots y chatbots que en desarrollar aplicaciones móviles tradicionales.
Un filtro burbuja es el resultado de una búsqueda personalizada en el que el algoritmo de una página web selecciona la información que nos gustaría ver, basándose en información sobre nosotros mismos (según nuestra localización, historial de búsquedas o elementos en los que hicimos clic). Como resultado, aparta a los usuarios de la información no alineada con sus puntos de vista y los aísla en burbujas ideológicas y culturales.
Nuestro navegador y cuentas de redes sociales (Google, Facebook, Twitter, etc.) adaptan constantemente los contenidos que nos ofrecen en base a nuestras interacciones en la red. Siguen lo que buscamos, a lo que hacemos clic, lo que nos gusta, y cuánto tiempo permanecemos en una página. En base a todo esto crean nuestro perfil y personalizan nuestra experiencia de Internet a esas preferencias; anuncios y enlaces a redes sociales.
Así, siempre encontramos información adaptada a nuestros gustos e intereses. La red limita nuestra posibilidad de ver todo lo que está en Internet; filtra las cosas que no son como lo que ha visto en el pasado. A medida que se desarrolla esta burbuja de filtro se pierde la capacidad de ver y conocer otras opiniones que no sean las similares a las nuestras, desarrollando perspectivas sesgadas, con poca comprensión y conocimiento de otras posturas, sobre todo en lo que a temas controvertidos se refiere. Es muy fácil entender cómo funciona la burbuja de filtro simplemente haciendo una misma búsqueda con ordenadores de propietarios diferentes: comprobaremos que los resultados de ésta cambian de un ordenador a otro.
Desde que Pariser introdujo en 2011 el concepto de filtro burbuja para explicar la construcción de nichos ideológicos en Internet, gran parte de las investigaciones sobre la desinformación se han centrado en describir cómo los usuarios de las redes se recluyen en estas cámaras de eco ideológicas.
Basado en la lista de cosas que hacer para reventar la burbuja de Eli Pariser.
Además, existen herramientas para ayudar a escapar de la burbuja de filtro, como DuckDuckGo, un motor de búsqueda web que no rastrea ni perfila a sus usuarios y, por lo tanto, evita la burbuja de filtro de resultados de búsqueda personalizados.
Las noticias falsas juegan con nuestras emociones, buscan generar una respuesta emocional e impulsiva que anule nuestro juicio crítico. Apelan a las emociones, y las emociones son más convincentes para el ser humano que los datos o estadísticas. El contenido que despierta fuertes emociones se propaga más rápido y más ampliamente por las redes sociales. Las mentiras tienen un 70% más de posibilidades de difusión (Estudio de la MIT, 2018).
Si una publicación, meme, imagen o video nos produce una emoción fuerte debemos preguntarnos si estamos siendo manipulados. Esta infografía de Eoghan Sweeney resume muy bien los sentimientos que nos generan ciertos contenidos:
Procesamos un mensaje utilizando “atajos cognitivos” si carecemos de tiempo, conocimientos o motivación, según el Modelo de Probabilidad de Elaboración (Elaboration Likelihood Model o ELM). Por ejemplo, si no somos médicos o biólogos, y nos llega la noticia de que los mosquitos transmiten el coronavirus, podemos creerlo o no:
Esta forma de procesar la información a través de atajos puede ser útil en un contexto de exceso de información y ayuda a deliberar de forma correcta. Pero si el uso de atajos prevalece sobre el escrutinio crítico de la información es más probable que aparezcan sesgos cognitivos y que nos cuelen un bulo.
Tendemos a no cuestionar la credibilidad de la información a menos que viole nuestras ideas preconcebidas. Cierto tipo de información se acepta sin críticas por encajar con nuestras ideas, creencias o principios. A menudo el sesgo no está en la noticia, sino en el propio consumidor de la información, que realiza juicios basados en sus principios según factores emocionales.
Las redes sociales contribuyen a perpetuar estos sesgos:
En los medios de comunicación de masas, una cámara de eco es una situación en la que la información, ideas o creencias son amplificadas en un sistema donde las visiones diferentes son censuradas o están minoritariamente representadas.
El efecto de cámara de eco en el discurso de los medios funciona así: un medio emite una afirmación, que mucha gente de pensamientos similares repite y repite, generalmente de forma exagerada o distorsionada, hasta que más gente asume que la historia es verdadera.
Los participantes de redes sociales hallan su opiniones constantemente repetidas y devueltas hacia ellos, lo cual refuerza sus sistemas individuales de creencias. Debido a que se forman amistades y comunidades con gente de pensamiento similar, la cámara de eco refuerza la visión del mundo de cada uno, haciéndola parecer más correcta y universalmente aceptada de como realmente es.