Información falsa que se difunde deliberadamente para engañar. También llamada manipulación informativa o mediática, es la acción y efecto de procurar en los sujetos el desconocimiento o ignorancia y evitar la circulación o divulgación del conocimiento de datos, argumentos, noticias o información que no sea favorable a quien desea desinformar.
Actualmente se prefiere el uso de este término al de noticias noticias falsas por no existir un consenso acerca de su definición. Así lo recomienda el Informe del Grupo de Expertos de la Comisión Europe "Un enfoque multidisciplinar a la desinformación”, en el que se rechaza el uso de la expresión "fake news". Para acabar con la inexactitud del término, la Comisión Europea (CE) acuñó el concepto “desorden informativo”, vocablo que comprende:
En este diagrama "3 tipos de trastorno de la información", de Claire Wardle y Hossein Derakshan (2017), se define desinformación como la fabricación o manipulación deliberada de contenido audiovisual, incluyendo teorías de la conspiración y rumores creados intencionalmente.
Este término se hizo muy popular durante la campaña electoral del presidente Trump y también con la del Brexit en Reino Unido. Posverdad fue elegida palabra del año 2016 por The English Oxford Dictionary, al haberse disparado su uso un 2000%. Este diccionario la define como circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las apelaciones a las creencias o emociones personales. Según la RAE es la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) usa la palabra infodemic para referirse a la sobreabundancia informativa falsa y a su rápida propagación, que hace que sea difícil encontrar recursos fidedignos y de confianza.
En español, se ha traducido por infodemia, que en el contexto de las noticias sobre el coronavirus se emplea con relación a la gran cantidad de información que hay sobre este tema, mucha de la cual son bulos o rumores, por lo que se definiría como una “epidemia nociva de rumores que se generan durante los brotes” (Fundeu).
En la OMS luchan no solo contra el coronavirus sino también contra troles y teóricos de la conspiración que impulsan la desinformación y socavan la respuesta al brote. Por ello la OMS ha creado un equipo de comunicación de riesgos y gestión de infodemias que rastrean activamente la información, para proporcionar información veraz a un público más amplio.
Aunque los bulos no son un fenómeno reciente, con las nuevas tecnologías, estas falsedades han adquirido una capacidad de propagación y un impacto viral impensable hace unos años, que afecta incluso al desarrollo de las elecciones en países democráticos. Internet ha permitido que proliferen noticias falsas al facilitar la producción y distribución de esas informaciones.
El portal Maldita.es, que monitoriza discursos de los políticos y noticias que circulan en redes sociales para detectar posibles noticias falsas, ha venido denunciando los bulos más virales relacionados con el desafío soberanista catalán, bulos que se han disparado ahora con la crisis del coronavirus, como fotografías que corresponden a otras fechas o que no tienen que ver con el lugar, o supuestas declaraciones de personajes destacados que nunca han sido pronunciadas.
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Un ejemplo de tecnología deepfake: la actriz Amy Adams en el vídeo original (izquierda) ha sido modificada con la cara del actor Nicolas Cage (derecha).
Deepfakes es una técnica de inteligencia artificial que permite desarrollar vídeos manipulados extremadamente realistas de personas que son reales o que aparentan ser reales. También se aplica este término a los vídeos así creados, muy realistas aunque ficticios, en los que una persona en un video existente se reemplaza con la imagen de otra persona.
Los deepfakes aprovechan técnicas del aprendizaje automático y la inteligencia artificial para manipular o generar contenido audiovisual engañoso. El realismo es tal que es casi imposible saber que ha sido falseado, por lo que se emplea para propagar noticias falsas, como pornovenganza con videos pornográficos de celebridades y para cometer fraude financiero.
Más allá de los vídeos, la inteligencia artificial también se puede utilizar como generadora de textos falsos: puede crear discursos impecables, al nivel de los que grandes líderes mundiales pronuncian en la ONU, pero que nunca han sido pronunciados por nadie.
Fondeu propone el término ultrafalso como alternativa al anglicismo deepfakes.
En este vídeo de la CNN se explica qué son y cómo se crean deepfakes.
De la noticia puramente inventada al contenido sutilmente manipulado para apoyar una determinada tesis, teoría o información, hay todo un catálogo de tipos de desinformaciones. Los 7 tipos de desinformación según First Draft son:
El “culmen” de los contenidos falsos se alcanza con las teorías de la conspiración.
7 categorías de trastorno de la información. Claire Wardle, 2017.
Otras categorizaciones, como la que hace Melissa Zimdars, distinguen entre:
