No, la carne que comemos no contiene antibiótico, las vacunas no causan autismo, ni calentar la comida en recipientes de plástico causa 52 tipos de cáncer. La desinformación y el fenómeno fake también ha llegado a la ciencia, en diversas formas:
El auge de los estudios científicos sin contrastar (preprints) durante la epidemia del coronavirus ha sido espectacular. También es frecuente la difusión, en los medios y redes, de ciencia dudosa, de resultados experimentales, e incluso de estudios científicos falsos. El sistema científico adolece de sus propios agujeros, como demostraron tres investigadores que lograron publicar siete artículos intencionadamente erróneos en prestigiosas revistas.
La ciencia falsa surge por diferentes razones:
Mediante divulgación científica: corrigiendo posibles errores que encuentren publicados en los medios y usando las mismas redes sociales que propagan los bulos para desmentirlos. La información inexacta o falsa se propaga rápidamente por la red. Pero la información precisa de un científico automáticamente desacredita las noticias falsas, los hechos alternativos no probados, la pseudociencia y el engaño.
Podemos luchar contra la ciencia falsa con estrategias para detectar cuándo se está comunicando información científica de una manera engañosa o errónea y poder así acceder a lo que la evidencia realmente muestra.
Estrategias para leer como un científico y ayudarle a hacer una lectura crítica de la información científica (basadas en Cómo detectar noticias sobre ciencia falsas y leerlas como los científicos):
Debemos denunciar bulos no solo en sitios web de verificación sino también en la Policía Nacional y Guardia Civil, que cuentan con equipos específicos dedicados a investigar delitos telemáticos